Ayer, por ejemplo, no sabía que era una serendipia.
Hoy, me siento un poquitín más de lo que era.
Puede ser que, el mes pasado, me pusiera nerviosa por solo un destino.
Puede ser que, hoy, no me inquiete lo más mínimo lo desconocido.
A lo mejor, hace un par de días quería ser capaz de hacer lo que todo el mundo.
Hoy, hoy quiero hacer lo que nadie pueda imaginar.
Es muy posible que me importaran las malas lenguas.
Hoy, parece ser que se las comió un felino y, ahora, no son más que vulgares silencios.
Ayer, el ayer, se quedo atrás.
Hoy, no importa nada más que el momento.
Y que todos ellos sean serendipias que me sorprendan.
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